viernes, 10 de septiembre de 2010

Somos lo que recordamos

Por: Francisco Martín Moreno

Hay quien sostiene que somos lo que comemos. Otros van más allá al argumentar que, en realidad, somos lo que digerimos, es decir, si el 70% de la población no ingiere las suficientes proteínas, entonces sólo debemos esperar el estancamiento social y cultural y de ahí, el económico con todas sus consecuencias. Si una mujer embarazada no procesa las proteínas más elementales exigidas por su estado de gravidez, el producto nacerá tocado de por vida en el entendido que si el cerebro del feto no acumuló las sustancias vitales para su sano crecimiento y más aún, si en los siguientes cinco años de vida del niño, tampoco lo hizo, el menor estará condenado a tener una masa cerebral no mayor al tamaño de una nuez, dicho sea metafóricamente, y, si lo anterior, lo elevamos a nivel nacional, ahí tendremos una de las tantas y muy poderosas razones para entender nuestro atraso. Cada día necesitaremos más escuelas primarias para retrasados mentales…
Pero apartándonos de los principios nutricionales. En este breve espacio quisiera tratar de sustentar aquello de que “somos lo que recordamos”. Los problemas comienzan al tratar de saber qué es lo que recordamos si de la historia no aprendimos nada o prácticamente nada. Quien no recuerda nada va por el mundo como una nave al garete, algo así como cuando cae una hoja de un árbol y es sometida indolentemente a los caprichos del viento. Y si una sociedad o una nación tampoco recuerda nada entonces puede volver a tropezarse una y mil veces con la misma piedra y precipitarse, hasta el infinito, en los mismos abismos ya supuestamente conocidos y que bien pudieron haberse evitado con un mínimo de información y de conciencia histórica.
¿Por qué no recordamos nada? En buena parte porque la enseñanza de la historia fracasó estruendosamente y, en el mismo orden de ideas, porque dicha materia está saturada de mentiras o de verdades a medias. ¿Qué futuro nos espera si no advertimos los peligros ni conocemos el verdadero rostro de nuestros enemigos ni aprendimos nada de la experiencia pasada ni sabemos qué queremos ni a dónde vamos? ¿Somos más de cien millones de menores de edad en busca de un padre que piense por nosotros, decida por nosotros y nos conduzca de la mano, tal vez para extraviarnos, con la mejor buena fe, aún más en el laberinto? ¿Qué hemos hecho? ¿Cómo toleramos la manipulación de nuestra educación y aceptamos los dogmas impuestos en nuestras escuelas a lo largo de 70 años de la “dictadura perfecta”? La catástrofe educativa nos ha postrado en esta delicadísima situación que para poderla revertir implicará la ejecución de esfuerzos faraónicos e impredecibles en el tiempo a partir del momento en que llegue el poder un auténtico líder, un genuino estadista que se atreva a liberar a la nación de su peor secuestrador, el sindicato de maestros, encabezado por la señora Gordillo. ¿Qué hacer con quien tiene secuestrado al futuro de la patria?
Todo aquel pensador que enajene sus conocimientos y el resultado de sus investigaciones al gobierno o al clero o a cualquier tercero a cambio de dinero, de un puesto público o de privilegios, al fin y al cabo, una vulgaridad, en realidad está cometiendo un delito social al confundir a la nación con embustes perversos que sólo responden a intereses creados. Una auténtica traición a la patria. ¿Cuántos historiadores mexicanos han vendido sus conocimientos o sus valiosas conclusiones a cambio de un jugoso contrato editorial o de cualquiera otra vergonzosa contraprestación a sabiendas de que estafaban la confianza de la nación?
Quien no recuerda nada va ciego por los caminos de la existencia, y quien va ciego, se estrella contra todas paredes, cae en las mismas trampas, se precipita en los mismos abismos y volverá a ser, una y otra vez, víctima de quien piadosamente lo tome la mano para conducirlo a los círculos viciosos del infierno como la confusión, la desesperación, la venganza, la rabia, la frustración, la violencia y la destrucción, sólo para empezar de nueva cuenta con la confusión y así repetir la historia hasta el infinito, mientras otros tantos lucran con la perdición de la sociedad, llámese clero o partidos o políticos corruptos, al final es lo mismo.
Tenemos que recordar, es imperativo, es imprescindible hacerlo. Sólo que para lograrlo, aun cuando parezca una perogrullada, tenemos que aprender. ¿Cómo recordar si no aprendimos nada? Y para aprender es inevitable estudiar y para estudiar se requiere voluntad y curiosidad y para tener curiosidad es menester que alguien nos la despierte y nadie mejor para ayudarnos que la presencia de unos padres inquietos o de un maestro prodigioso. Entonces cabe la siguiente pregunta: ¿Dónde están los padres inquietos e intensos, vivamente interesados por nuestra evolución cultural si ellos mismos carecen de ella y nuestros maestros no leen? ¡Horror! ¿Dónde acaba la culpa del gobierno como un mal maestro y comienza la responsabilidad de la familia y de la sociedad? ¿Quién finalmente nos va a enseñar para que podamos recordar y al recordar podamos desenmascarar a nuestros enemigos y estar en posibilidad de dar golpe de timón que requiere este país que se vuelve a dirigir a la inmensa e interminable catarata de la historia? ¿Cómo recordar?
This entry was posted on Friday, August 6th, 2010 at 12:40 am and is filed under Diario Excélsior. You can follow any responses to this entry through the RSS 2.0 feed. You can skip to the end and leave a response. Pinging is currently not allowed.

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